viernes, 7 de septiembre de 2012

DAG SHANG KAGYU (el origen parte3)


Un día vino a mi casa un compañero del grupo, y visiblemente emocionado, me dijo: ¡Alberto, te he traído algo que te va a gustar mucho!, y me mostró un ejemplar de una conocida revista del corazón. Sin pensar, le dije que como broma estaba bien, pero es una revista que jamás compraría o leería, pues éste tipo de revistas siempre han representado lo mas vil y decadente de la sociedad.
- Mira dentro y veras, me dijo.
- ¿Dentro?, respondí. ¡Ah, si! "Non foras ire, in interiore habitat veritas"
Abrí la revista y entre personajes desconocidos para mi y mujeres desnudas "claro está, por exigencia del guión", encontré el premio tan ansiado, la flor de loto, que aunque es la mas pura de las flores, se nutre del lodo y la inmundicia.
¡Lamas!¡Lamas!, y muy cerca. Un artículo hablaba de un castillo francés donde se había instalado una comunidad de Lamas tibetanos.
-Su nombre es "Chateau de plaige" y dice que está en la región de Borgoña, pero no da mas datos. Mi corazón iba a estallar, mis ojos se salían de las órbitas, lleno de emoción avidez por sacar toda la información. No importa, éste verano podemos organizar un viaje en mi coche para hallar éste lugar maravilloso, y además de obtener un buen reportaje para la radio, les conoceré personalmente; me siento muy atraido por ellos desde que supe de su existencia.
Llegó el tan ansiado verano del 1978 y el día convenido, cargamos el maletero de mi coche con víveres, pues no sabíamos donde íbamos y tal vez tendríamos que comer y dormir al raso, y los amigos Genaro, David, Pepe y yo emprendimos la marcha.
El grupo era heterogéneo: David era taxista y padre de familia numerosa. Genaro camarero, militante del partido socialista y soltero. Pepe peón, anarquista y soltero. Yo comercial, casado y con dos hijos, Alberto y Elisabet. Todos con circunstancias personales y motivaciones distintas, pero con un objetivo, conocer a los Lamas y pasar unos días o unas horas, lo que nos permitieran, en una comunidad Budista.
La noche antes de partir, tuve un sueño muy extraño: Era de noche y me iba acercando a pie al castillo. Por supuesto que no había estado nunca allí, pero lo veía claramente con todos sus detalles. Este tiene los tejados de pizarra, una fachada principal flanqueada por dos torreones cilíndricos rematados con sendos tejados cónicos.
A lo largo del vértice del tejado principal, había una cornisa hecha a base de flores de Lis metálicas unidas entre si formando una cenefa. En el mismo tejado, a media altura, habían unos ganchos que sirven, en caso de nevada para retener la nieve.
Cuando aún me separaban unos cincuenta metros del castillo, vi caer un relámpago que dio de lleno en la cornisa, desprendiéndose una de las flores de Lis, que cayó resbalando por la pendiente del tejado, quedando finalmente atrapada por uno de los ganchos que había en el mismo.
Hasta aquí, podría tratarse de un sueño bastante normal, aunque cargado de simbología; lo singular, es que cuando llegamos a "Kagyu Ling", así se llama la comunidad, vi con asombro, que el castillo era tal y como lo había soñado, que tenía realmente una cornisa hecha con flores de Lis unidas, que le faltaba una y que ésta estaba pillada en un gancho que había justo debajo de donde estaba rota la cornisa.
Esto me impactó. Nunca me había sucedido nada parecido, y es de los muy escasos sueños que recuerdo con total claridad a pesar de los años que han transcurrido. Sólo me queda por añadir, que mi escudo familiar está compuesto por una montaña coronada con una flor de Lis. Retened éste dato: (montaña-Lis).
En la próxima parte por fin tenemos el tan ansiado contacto con los Lamas de Kagyu Ling. 

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